¿Qué le queda a Cristina?

Luego del “Caso López” la pregunta que surge en estos días es si la ex presidente, Cristina Fernández de Kirchner, conserva intacto su poder de convocatoria para ese 30% de lo que se conoce como votante duro del Frente para la Victoria.Ahí debemos incluir a los diputados e intendentes del espacio cristinista. Un porcentaje que, de aún mantenerlo, le permitiría ocupar un cargo legislativo en la provincia de Buenos Aires. Hay un dato que permite pensar lo último: según una encuesta de Jorge Giacobbe, realizada la semana pasada con 900 casos y a nivel nacional, cuando se le preguntó a los votantes krichneristas si creían que López era un testaferro k; el 64,5% dijo que no.

Pero, suponiendo que conservase ese votante duro, es poco probable que el kirchnerismo pueda, como sostienen algunas agrupaciones políticas de corte vecinal y los militantes de La Cámpora, “volver” a ocupar un cargo Ejecutivo sino logra: elaboran alguna autocrítica de las acciones políticas de los últimos años, modificar su estrategia política y cambiar el contenido discursivo.

El kirchnerismo ha elaborado una autocrítica suave con lo que sucedió y está ocurriendo en su espacio. De esa manera continúan defendiendo lo indefendible. Para los simpatizantes del Frente para la Victoria todo ha sido positivo e irreprochable y, de esa manera, terminan deslegitimando los propios logros alcanzados. En los últimos tiempos han invertido casi la misma energía en exaltar la asignación universal por hijo que en tratar de minimizar los casos de José López y a Lazaro Baez. También han sostenido la misma coherencia en reivindicar la recuperación de las jubilaciones en manos del estado como para mantener un silencio absoluto con la prisión del ex secretario de Transporte, Ricardo Jaime.

En el plano estratégico, en todas las vertientes del kirchnerismo, tanto a nivel nacional, provincial y municipal, la única estrategia planteada ha sido cuanto peor, mejor. Prevalece el hacer todo lo posible para que le vaya lo peor posible a los que gobiernan para, de esa manera, acrecentar los logros del Néstor y Cristina y, en consecuencia, recuperar el poder.

Hasta el momento parece ser una maniobra equivocada porque imaginando que existiera alguna posibilidad de una crisis absoluta en Cambiemos, las alternativas no parecerían ser el kirchnerismo de paladar negro sino el peronismo “renovado” que encarnan Sergio Massa y Juan Manuel Urtubey. En cambio parece más probable que con el kirchnerismo suceda un fenómeno similar al que ocurrió con Carlos Saúl Menem en 2003 cuando, para algunos pocos, el ex presidente aparecería como el salvador pero, para la gran mayoría, como uno de los culpables de la crisis política, económica y social de 2001.

El discurso del kircherismo sigue incluyendo solo al paladar negro o prodestinatario. Por acción u omisión no han elaborado un mensaje para los desencantados con Cambiemos ni para el peronismo. Las diferentes versiones del Frente para la victoria insisten con el compañeros y compañeras, trabajadores y trabajadoras y traidores y traidoras. El exceso en lo discursivo de la feminización gramatical agota a los que no son fanáticos.Y los voceros siguen siendo las figuras con peor imagen de la política argentina: Axel Kiccilof, Martín Sabbatella, Amado Boudou, Aníbal Fernández, Luis D’Elía, Guillermo Moreno y Julio De Vido por mencionar algunos. En cambio, Bossio y Urtubey, dos ex integrantes del ese espacio, con buena imagen, lograron sumarse al rol de «opositores responsables».

En resumen, sino hay cambios contundentes, Cristina seguirá teniendo chances de ser legisladora en 2017 y eterna en ese espacio minoritario. Sin embargo, como sostiene el antropólogo , Alejandro Grimson, auto-identificado con el 48% no Macrista, si continúan con esta lógica «al Frente para la Victoria será imposible construir una oposición política exitosa en el futuro inmediato».